Las propuestas de inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial deben estar fundamentadas en el posible Valor Universal Excepcional (VUE) del bien en cuestión.
La UNESCO define el Valor Universal Excepcional como una importancia cultural y / o natural tan extraordinaria que trasciende las fronteras nacionales y toma importancia para las generaciones presentes y futuras a nivel mundial.
El VUE que justifica la candidatura de la Sede de Égara a Patrimonio Mundial de la UNESCO se manifiesta a través de las siguientes consideraciones:
El equipo redactor considera que la presente propuesta de candidatura cumple los siguientes criterios:
El conjunto monumental de la Sede episcopal de Égara y su decoración pictórica son una pieza clave en el contexto de transferencia cultural que se produjo entre el Occidente y Oriente mediterráneo entre los siglos V-VIII.
En esta época, la costa mediterránea de Hispania conjugaba la presencia hispanorromana, con los visigóticos y los bizantinos, muy bien establecidos en el sur de la península Ibérica y Baleares desde el año 552.
La Sede de Égara es, en consecuencia, un monumento clave para entender la transferencia de culturas que tuvo lugar sobre todo en el siglo VI: la población de cultura hispanorromana, el pueblo visigodo y el Imperio Bizantino.
Innovaciones arquitectónicas como el realce de la cúpula de San Miguel (que nos remite directamente a modelos de la arquitectura bizantina), junto con los préstamos artísticos que las pinturas presentan con el Oriente bizantino y el norte de África (mosaico de la rotonda de San Jorge de Salónica; pinturas del monasterio de Apolo de el-Bawīt), permiten definir el conjunto de Égara como un testimonio único y excepcional de la cultura de intercambio que tuvo lugar en la península Ibérica en este periodo.
La arquitectura de la Sede episcopal de Égara y sus pinturas son, por tanto, la evidencia más palpable de esta herencia de contactos que se produjeron en el siglo VI entre un lado y otro del Mediterráneo. Un ejemplo singular de una cultura particular, la cultura cristiana del siglo VI, de la que sólo han sobrevivido una serie de Biblias producidas en Oriente (Constantinopla, Siria, Palestina), así como algunos conjuntos decorativos de Egipto (Capilla de Apolo de El Bawīt, necrópolis de Al-Baqawat).
La Sede episcopal de Égara y su decoración pictórica son un testimonio único del encuentro de dos tradiciones culturales: la hispanovisigoda y la bizantina.
Dado los vínculos que presentan con los repertorios bizantinos, las pinturas de la Sede episcopal de Égara son un documento fundamental para conocer las manifestaciones artísticas de la cultura cristiana del siglo VI. Una pieza clave para el conocimiento de las manifestaciones artísticas de la misma época al Imperio bizantino.
A pesar de la evidente influencia del arte de la civilización bizantina en algunos elementos de la arquitectura y la decoración pictórica de la Sede de Égara, no podemos olvidar que el conjunto episcopal fue realizado en época de dominación visigoda en la península Ibérica.
Aunque conocemos notables ejemplos de la arquitectura de época visigoda (San Pedro de la Nave, San Juan de Baños, Santa María de Quintanilla de las Viñas), es importante subrayar que no se conserva pintura mural de este momento en un complejo episcopal monumental, por lo que la Sede de Égara también constituye una manifestación única y excepcional del arte del pueblo hispanovisigodo.
Terrassa es el único conjunto episcopal conservado en el mundo que preserva pintura mural entre las sedes episcopal europeas antiguas occidentales (Valencia, Barcelona, Mérida, Aosta, Grenoble, Ginebra, Porec). Es también un ejemplo extraordinario de los repertorios iconográficos cristianos que circulaban por el Mediterráneo entre los siglos VI-VIII.
En el campo de la arquitectura, la universalidad de la Sede de Égara se fundamenta en el papel que desempeña el conjunto como receptor de los modelos de la arquitectura bizantina. En este sentido, el complejo construido a partir de la designación episcopal alrededor del año 450 puede ser considerado como uno de los primeros indicios de la llegada a la península Ibérica de soluciones arquitectónicas aplicadas en la parte oriental del Imperio. Así, el sobrealzamiento los cimacios, las cubiertas en cúpula y el uso de la planta centralizada de San Miguel nos remiten al modelo de los martirya bizantinos.
Finalmente, el retablo mural de San Pedro configura, por sí mismo, un unicum en la historia del arte cristiano occidental de este periodo, que lo hace especialmente singular y excepcional. Sin duda, su valor más intrínseco es la propia naturaleza constructiva y su funcionalidad como retablo mural del ábside de la iglesia parroquial. Se trata de una original e inédita solución constructiva a modo de "fachada-pantalla", sin ninguna obra comparable a nivel cronológico y funcional, ni en Occidente ni en el Oriente medieval