Alrededor del año 450 el obispo Nundinario de Barcelona segregó su diócesis en dos: el litoral continuó siendo de Barcelona, mientras que en el interior fundó la nueva diócesis de Égara. Él mismo nombró a Ireneu como primer obispo de la recién nacida diócesis.
La designación de la Sede episcopal supuso la construcción de un gran complejo arquitectónico, con la catedral de Santa María y el baptisterio, el edificio funerario de San Miguel y la parroquia de San Pedro.
La antigua basílica de Santa María se convirtió en una catedral de tres naves y con un baptisterio situado a los pies de la nave central. Al norte de la catedral se halla la iglesia de San Miguel. Finalmente, en la tercera terraza, al norte, se construyó el templo parroquial, la actual iglesia de San Pedro. Por el lado oeste, cerrando el conjunto, se alza un doble corredor funerario que comunicaba el baptisterio y la iglesia parroquial, de manera que todas las edificaciones quedaban conectadas alrededor de un patio central, en el que había un pozo y el cementerio.
La catedral de Santa María era el lugar de culto destinado básicamente a los clérigos. Se trata de un claro ejemplo de modelo constructivo de basílica cristiana de mediados del siglo V, heredera de la tradición romana. La arquitectura y la configuración de sus espacios siguen el mismo esquema que otras basílicas del mismo período como San Vitale de Ravenna (Italia), la basílica Eufrasiana de Porec (Croacia) y Santa Sabina de Roma.
Santa María era una construcción de planta basilical de tres naves separadas por columnas, con una cabecera triconque en el este y un baptisterio en el oeste. Cuando el proyecto catedralicio todavía no había terminado, la cabecera triconque original de la catedral se transformó en una cabecera con un solo ábside, de planta cuadrada en el exterior y semicircular en el interior. Los últimos estudios sitúan este ábside -el actual- en el siglo VI.
El baptisterio era un espacio independiente y cerrado que se hallaba en los pies de la nave central de la catedral, que comunicaba con la residencia del obispo, el corredor funerario y con las naves centrales de la catedral. La piscina baptismal, de planta octogonal con dos niveles, estaba situada en el centro de la estancia.
San Miguel es el edificio más singular del conjunto, tanto por su arquitectura, de clara influencia oriental, como por su funcionalidad funeraria. Se trata de una capilla cementerial apta para la sepultura y la liturgia de los difuntos. La iglesia estaba dedicada en origen a San Vicente mártir.
A nivel arquitectónico, la iglesia presenta una planta centralizada, cuadrada en el exterior con cruz latina en el interior. En el centro del edificio, ocho columnas con capiteles reaprovechados de edificaciones anteriores sostienen una cúpula iluminada por cuatro ventanas. Al este presenta un ábside sobreelevado, de planta semicircular ultrapasada en el interior y heptagonal en el exterior. En el exterior, el edificio tenía un corredor que circundaba por los lados norte, sur y oeste, con una puerta en el centro de cada uno de los lados.
El ábside del edificio, que conserva la decoración pictórica del siglo VI, se alza sobre una cripta trilobulada con un altar en el lóbulo central, con tres ventanas de derrame simple y también pavimentada con opus signinum. Se accede a la cripta desde el ángulo noreste del edificio, a través de unas escaleras y un largo corredor que sobrepasa el acceso a la cripta.
El edificio presenta una clara influencia oriental, que se manifiesta en la presencia de la cúpula sostenida por trompas, un recurso que permite pasar de la planta cuadrada del espacio central a la circular de la cúpula. La presencia de trompas, junto con el sobrealzamiento de los arcos por encima del cimacio, es un recurso constructivo muy frecuente en la arquitectura bizantina.
En el sector norte del conjunto se construyó una iglesia con funciones parroquiales. De esta construcción original solo se mantiene en pie el ábside planta trilobulada, que como el ábside de la catedral de Santa María, fue reaprovechado como cabecera de la construcción románica del siglo XII. Por lo tanto, el edificio de San Pedro corresponde a la última fase de la construcción del complejo episcopal egarense, a inicios del siglo VI. Se trataba de un edificio de tres naves, con doble transepto y una cabecera de planta trilobulada.
El ábside, elevado respecto a los transeptos y las naves, conserva un lóbulo central donde se observa el arrebozado blanco de la pared y un zócalo pictórico rojizo, muy similar al que podemos ver en la catedral y en la cripta de San Miguel.
En una etapa posterior (siglos VII-VIII), el presbiterio se pavimentó con un mosaico, y en el lóbulo central se construyó el retablo mural de San Pedro.
Se trata de una de las obras más excepcionales que conservamos en el mundo, sobre todo por su concepción como retablo exento en el muro absidial, totalmente inusual en el período medieval.